Una de las etapas a las que se le suele restar importancia es la etapa prenatal, pero en ella suceden una gran cantidad de cambios en lo que respecta al desarrollo que no podemos pasar por alto: de ser una célula, un organismo pasa a ser un bebé en tan solo nueve meses.
En las sesiones dedicadas a la etapa prenatal, realizamos el visionado de la película "En el vientre materno" y una serie de lecturas sobre psicología del desarrollo de Berger y sobre la educación prenatal, de varios autores.
Es sorprendente ver el crecimiento prácticamente exponencial que se produce desde la creación del cigoto al parto en este ser vivo:
Hay 50 millones de espermatozoides en el código genético
del padre, aunque dependerá de la calidad de vida del mismo. Existen teorías del "sentido del
olfato del espermatozoide para encontrar el óvulo". Estos pasan de la vagina por
el cuello del útero hasta el útero y se dirigen al óvulo, célula más grande del
cuerpo humano, que contiene el código genético de la mujer. El primer
espermatozoide en introducir la cabeza en la superficie del óvulo es el que
fecunda al mismo. La cabeza se separa de la cola del espermatozoide y se dirige
al núcleo del óvulo, produciéndose la fertilización.
El código genético está dentro de los
cromosomas, 23 del padre y 23 de la madre. Cada uno contiene más de 2 metros de
ADN. Cada uno tenemos un juego completo de ADN de nuestros padres en cada
célula del cuerpo. Determinan nuestra especie, aspecto, rasgos. Unos genes
serán dominantes y otros ocultos. El cromosoma 23 es el que determina el sexo.
Las mujeres tienen cromosomas X, los hombres X e Y. Este proceso sucede en el
útero materno, tras fecundar el óvulo.
Las células madre tienen la capacidad de
convertirse en más de 200 tipos distintos de células. En la formación del feto,
la primera semana el conjunto de células pasará al útero y dará lugar al
embrión, que se irá transformando en el feto. A los 15 días se empiezan a
formar el cerebro y el tubo neural, sin cabeza ni huesos que los
protejan.
El embarazo supone que el volumen sanguíneo
aumente en un 50% para afrontar las demandas del feto. Una vez el embrión se
arraiga en el utero obtendrá mediante la corriente sanguínea de la madre todo
lo que necesita para crecer.
Sobre las tres semanas se forma el corazón. Una
célula se contrae y el resto lo hacen al unísono: el corazón empieza a latir.
Sin él, no se podría distribuir el alimento y oxígeno que necesita para crecer
y que obtiene a través de las venas, cuya sangre bombea el corazón.
A las cuatro semanas el embrión crece un
milímetro diario. Todavía no puede distinguirse a simple vista que se trata de un embrión humano. Compartimos un gran porcentaje de nuestro ADN con distintas
especies, como los chimpancés, los perros e incluso los narcisos.
A las ocho semanas el embrión pasa a llamarse
feto al adquirir un aspecto más humano. Dependía de los nutrientes del saco
vitelino, pero a los dos meses este deja de ser útil para nutrir al feto y la
placenta es la que pasa a encargarse de esa función. Será el sistema de
alimentación del feto mientras se encuentre en el seno materno. Se trata de una red
de capilares pegada al feto, que comunica con él a través del cordón
umbilical.
La placenta también filtra las sustancias nocivas
del cuerpo de la madre, pero tabaco, alcohol y ciertos medicamentos no es capaz
de filtrarlos enteramente, por lo que la madre debe tener precaución con los teratógenos. El propio cuerpo
indica muchas veces a la madre qué alimentos debe evitar mediante náuseas.
En el primer trimestre el cuerpo produce una gran
cantidad de hormonas, produciendo náuseas y malestar.
Al las nueve semanas el sistema nervioso genera
millones de neuronas mientras el bebé está en el útero. El cuerpo del feto
empieza a temblar: el movimiento tienen un papel crucial en el fortalecimiento
de extremidades y crecimiento de los músculos. Son espasmos involuntarios: el
cerebro aún no controla los movimientos del feto. Tampoco controla el corazón,
pero este late de manera metódica, cada vez más rápida hasta llegar a un punto
en que empieza a ralentizarse, cuando el cerebro controla los latidos.
Entre la décima y la decimocuarta semana se
realiza la primera ecografía. Las ondas ultrasónicas de las ecografías no dañan
al feto. Es fácil que produzcan imagen en movimiento de zonas donde hay fluído,
como el útero durante el embarazo. Con las ecografías los expertos pueden
observar e intuir cuestiones relacionadas con el desarrollo. Actualmente se han
logrado efectuar ecografías en tiempo real (en cuatro dimensiones), mucho más
detalladas, que permiten observar mejor el desarrollo del bebé.
A las once semanas comienzan a mover las piernas
como una reacción automática, un acto reflejo o reflejo patelar. De las seis a
las once semanas se produce una metamorofosis en el feto: se han formado en él
todos los elementos de un bebé humano sin medir más de 7 centímetros de largo.
A las doce semanas hay mucho menor riesgo de
aborto al haber casi superado el primer trimestre. Los órganos sexuales
empiezan siendo del mismo modo. Una protuberancia se acabará convirtiendo o
bien en el pene o bien en el clítoris. Puede deducirse por el ángulo que tomen.
A las dieciséis semanas el cerebro va poco a poco
controlando todos los movimientos. Tiene mucha más movilidad, huesos más
endurecidos y manos más desarrolladas, al igual que los sentidos. Los ojos
están más juntos, dando al feto un aspecto más humano. El sistema nervioso
central ha extendido sus conexiones desde el cerebro a todas las partes del
cuerpo. El cerebro controla la circulación, estableciendo un ritmo constante
pero que sigue siendo el doble que el de un adulto. Desarrolla la
propiocepción: es consciente del espacio que le rodea.
A las dieciocho semanas empieza a funcionar el
aparato digestivo del feto. Empieza a tragarse el
líquido amniótico en que flota. El bebé ya mide aproximadamente dieciocho centímetros y
tiene incluso sus propias huellas dactilares. Suele hacerse una nueva ecografía
en este momento por motivos médicos y para poder predecir posibles
complicaciones.
A los seis meses probablemente el feto podría sobrevivir
fuera del útero. Es la mejor etapa para la madre: se acaban las náuseas y
todavía no hay incomodidad por el tamaño del feto. Es en este punto cuando cobran
vida los sentidos del bebé; empieza a interpretar sensaciones del exterior, lo que le servirá para interpretar el mundo que le rodea, explorar,
interactuar con otros y aprender.
-Gusto: comienza a probar el líquido amniótico. Tanto el líquido amniótico como la leche materna tiene unos olores y gusto
semejantes a la comida de la madre. Si al feto le gusta, ayudará a que
coma.
-Vista: aunque los ojos estén desarrollados no
podrá ver hasta nacer, pues el útero está muy oscuro. Puede detectar un leve
brillo cuando la luz del sol es muy potente. Desarrolla el reflejo de parpadeo,
que hidrata nuestros ojos y los protege del daño y objetos extraños. A las 25
semanas el feto ya tiene hasta pestañas y pigmentación, aunque puede cambiar
durante los primeros meses de vida. .
-Olfato: a las trece semanas empieza a detectar
sonidos, como los murmullos del cuerpo de la madre. Escuchará también los
latidos del corazón y posteriormente ruidos del exterior y música,
especialmente los ruidos graves. Identifica la voz de su madre. No percibe la
diferencia entre vocales y consonantes. El ruido más alto que escuchará será el
de las ondas secundarias en el líquido amniótico que producen las ecografías.
Desarrolla también en el útero el dolor y los
reflejos, que serán útiles para su vida.
Desde la semana 26, el bebé pasa la mayor parte
del tiempo durmiendo, y cuando no duerme está completamente activo y atento
a lo que pueda pasar en el exterior. Desarrolla su sistema digestivo tragando líquido
amniótico del útero, además de ayudar al equilibrio de hidratación útero. Debe
haber desarrollado también el reflejo natural de succión para poder
alimentarse. Suelen desarrollarlo chupándose sus dedos, normalmente con
preferencia de un pulgar y de una mano concreta, elección que le acompañará toda su
vida. El feto mide 25 centímetros en esta semana. Antes del nacimiento
triplicará su peso y duplicará su longitud.
En este periodo se puede escuchar el latido del
corazón del feto. Sus latidos nos dan información de su estado. Los latidos y
presión sanguínea del feto se ven afectados directamente por la madre y sus
niveles de estrés o relajación. La ansiedad en la madre puede suponer poco peso
del bebé y enfermedades, incluso afectar al desarrollo mental del niño.
A los 28 años el bebé tiene los sentidos activos,
se prepara para nacer poniéndose boca abajo en el útero (patadas dolorosas en
las costillas); la corteza cerebral ha madurado. Se ha acostumbrado a la voz y
ritmo de voz de la madre, llorará al mismo ritmo del habla de ésta al nacer.
Primer recuerdo.
Los bebés se acostumbran a la música que escuchan
estando en el útero, puede afectarles esta música, pueden hasta recordarla. A
las 33 semanas son capaces de reconocer una pieza musical e incluso seguirla.
Los últimos 3 meses ejercita el proceso de
recordar y pensar. A partir de las 33 semanas debido al peso del bebé, la
posición... la madre sufrirá dolores e incomodidad.
A las 38 meses se producirá el nacimiento, con un
5% de probabilidad de que suceda el día exacto. El bebé empuja el cérvix, la
barrera entre útero y vagina. Debe dilatarse diez centímetros para que pueda
salir la cabeza del bebé. De pie, sentada o en cuclillas reducen las
probabilidades de intervención médica, suponen menos dolor para la madre y
aceleran el proceso.
Es un proceso estresante también para el bebé, puede tener
menos fuerzas al aplastar el cordón umbilical. Se produce adrenalina para que
su corazón lata más fuerte y los pulmones se preparen para el nacimiento. Tras
abrirse el cérvix se produce el alumbramiento propiamente dicho. Los pulmones
empiezan a funcionar tras el nacimiento de manera inmediata para que el bebé
siga con vida.
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